viernes, 11 de febrero de 2011

La soltería de Eva Stark

Entre los veinte y treinta años pensaba que algo andaba mal conmigo porque mis novios no me duraban ni un mes, solía creer que a mi cerebro le faltaba una parte, algo así como el “sentido común para las relaciones en pareja”, pero expresado en solamente una palabra y en latín, algo sobre lo que Aristóteles o Jung ya pudieron haber escrito pero de lo que no me enteré por dormir en clases; es cierto, imaginaba un punto oscuro en la radiografía de mi cerebro y un doctor con bata blanca y anteojos redondos señalándolo: “He ahí la razón por la que usted no puede encontrar novio”.
Cumplí treinta y cuatro años y estaba soltera, todas mis amigas se habían casado hace mucho tiempo atrás y cuando sus hijos comenzaron a llamarme tía me di cuenta que me había convertido en la tía solterona, y referencias para imaginarme en el papel no me faltaban, mi Tía Esther de cincuenta y dos, no se había casado nunca y ahora vivía en un asilo con un gato llamado Oscar; no es chiste, había intentado suicidarse una vez y de no ser por el repartidor de diarios que pasaba a cobrar, nadie la habría encontrado y la ambulancia no habría llegado a tiempo. Los parientes decidieron enviarla a un lugar llamado Residencia de Luz, que no se diferencia en nada de un asilo para gente sola. Una psiquiatra le aconsejó adoptar una mascota, a la que, ironía o no, no le puso nombre de mascota, sino de hombre.  Así que tuve que echarle un vistazo a mi vida personal para evitar terminar como una Esther, en todo caso prefería  luchar por el mote  'Elizabeth I'.
Antes me preguntaba constantemente en qué me había equivocado para que los hombres me dejaran, ahora me respondo que la única equivocación fue no haber sido yo quien los dejase.
Entre los treinta y cuatro y los treinta y nueve años no salí con nadie, aprendí a leer los comportamientos para no volver a hacerme esclava de una relación en que ninguna de las dos partes se encontrara completamente satisfecha. Además, me hice muy desconfiada. La vida es un ciclo, de niña esperas a un príncipe azul, después te das cuenta que no existen y te conformas con cualquier cosa, si logras pasar por esa etapa sin comprometerte con nadie, vuelves a esperar al príncipe azul, a un hombre perfecto y así llegas nuevamente a la ‘madurez’ de la niña que no se va a conformar con el primer patán que le sea infiel en forma discreta.
A los treinta y nueve, cuando todo el mundo me preparaba las valijas con destino a la Residencia de Luz o cuando mencionaban a Oscar el gato con mayor frecuencia, apareció Martín, con sus radiantes veintinueve años y yo pasé de ser la pobre tía Esther a la diosa Demi Moore.
Mi relación con Martín ha sido totalmente diferente a las otras, quizás no sea todo el crédito mío, sino la combinación de mi experiencia más su personalidad. Pero, aunque no me quejo de haber esperado tanto para estar con el hombre ideal, creo que mi historia pudo haber sido diferente si hubiese aprendido rápido de mis relaciones pasadas y creo que soy la indicada para hablar de esto. Toda mi vida he escuchado historias de mujeres sufriendo al lado de un hombre al que no se animan a dejar o al que no se resignan a perder, he visto chicas jóvenes que sólo se han casado para salir de la casa de sus padres, y otros casos peores de mujeres con miedo a la soledad que se dejan abusar física y sicológicamente.
Dentro de seis meses voy a casarme con Martín (creo que en mi pueblo hasta declararán asueto ese día) y antes de hacerlo tengo un compromiso con las mujeres que temen quedarse solas, así que quiero compartir lo que he aprendido sobre las parejas, sobre nuestros propios errores y sobre todo sobre cuáles son los hombres que no merecen ser amados y cómo dejarlos atrás. 

1 comentario:

  1. ME INTEREST FRIENDSHIP WITH WOMAN FROM 42 VLADIMIR NEDELSKIY WWW FIREDEPT.RU

    ResponderEliminar