viernes, 25 de febrero de 2011

Cómo saber si no eres su tipo de chica (antes de que él lo haga por ti) y trate de cambiarte

·      Te ha dicho sin ningún tipo de rodeos que necesitas hacer dieta.
·         Te ha preguntado por qué los senos que aparecen en sus revistas están más elevados que los tuyos. Y le dices que porque los tuyos son naturales y te contesta: ¿Y por qué no te pones siliconas?
·         Si por el contrario tienes siliconas, y te dice: Ey, de haber sabido que no eran reales, no te hubiese invitado a salir desde un principio.
·         ¿Te preguntó alguna vez por qué no haces algo con esa celulitis?
·         Notaste que muchas veces ha comentado algo como “A mí siempre me gustaron las asiáticas”. Y tú no eres asiática.
·         A pesar de que le explicaste que te gusta tu cabello así como está y cuánto dura un tratamiento definitivo para cambiarlo, y el daño que podría hacerle a largo plazo; él está completamente seguro de que debes realizártelo (¿Por qué seguir negociando con este tipo? Dale una patada
·         Te dice qué ropa usar, cómo maquillarte, cómo cortarte el pelo, de qué color pintarte las uñas… Ok, seamos flexibles. Una cosa pequeña por vez es aceptable, queremos complacer a nuestros hombres, pero no pueden cambiarnos todo. Una cosa es darles un gustito, ponerte una peluca rosa y bailar en bikini; pero otra cosa es dejar que una persona te haga cambiar lo que nunca estuvo mal. En cuanto a gustos hay de todo, el problema es que uno nunca cambia de gustos, y si él no va a reservarse los comentarios no podrá haber convivencia, ¿cómo vivir con alguien que te tortura sicológicamente porque no te adaptas a lo que él quiere?

           Típico pensamiento del hombre inconforme
                      Ella se ve bien, quizás con unos retoques quedaría aceptable. Si logro que baje quince kilos, que se tiña el pelo y que se haga tatuajes, quizás pueda hacerme la idea de lo que se sienta estar con Megan Fox.

                   ¿Por qué es malo que quiera cambiarte?
                     Porque está atentando contra tu autoestima, y creéme amiga, necesitas tu autoestima para sobrevivir en este mundo.
Lo que debes preguntarte es por qué quieres estar  con alguien a quién no le gustas como eres. A menos que seas masoquista y sientas placer por obedecer, tu relación no tiene sentido.


jueves, 24 de febrero de 2011

2. El chico que quería salir con Britney Spears


 
Si él tiene una mujer ideal en la mente, y ella no se parece a vos, podría haber un pequeño problema.


Habrá gente que te considerará hermosa, otra a la que le seas indiferente, y otras personas a las que simplemente no les vas a gustar. Quizás pienses que sólo los hombres que te vean hermosa querrán estar contigo, increíblemente no es así. Entre estos tres grupos de personas conformados por hombres y mujeres, habrá al menos un hombre en cada uno que te pondrá en consideración en su mente, y quizás dos de los tres intenten llegar a algo. Esto sucede por la naturaleza animal, el instinto de apareamiento, llega un momento en que no piensan demasiado con quien estar, les basta con que estés disponible y que te rías de sus chistes. Siempre habrá hombres considerando qué chances tienen contigo. Por eso, desde el primer momento en que un chico te coquetee, tenés que tener presente lo que vos querés, si quieres divertirte un rato o pretendes tener una relación larga y seria. En otras palabras, es importante saber que así como él es físicamente lo que estabas buscando, también tú estés dentro de lo que él considera atractivo; no tienes por qué ser el último recurso de nadie; verás, es cuestión de gustos y no que tú no seas atractiva, quizás a este le seas indiferente, pero habrá otro hombre que además de verte como buena persona, te vea hermosa. ¿Por qué perder el tiempo con uno que no está satisfecho contigo?
Giannina es una de mis mejores amigas, nos habíamos conocido cuando estudiábamos Administración de Empresas, y al terminar la carrera decidimos seguir Hotelería y Turismo, así que durante años pasamos mucho tiempo juntas. Ella era muy linda, siempre tuvo hombres que le andaban detrás, terminaba con uno y empezaba con otro. Tenía unas curvas envidiables, ojos verdes, el pelo crespo, castaño, que caía como cascadas sobre sus hombros y qué más puedo decir, sobre todo era sexy.
 A principios del 2000, comenzó una relación con un tipo que yo conocía poco en persona, pero del que siempre hablaba, incluso antes de que comenzaran su noviazgo. El hombre era primo de uno de nuestros compañeros,  y cada vez que salíamos a bailar, él se unía al grupo y Giannina ya le había puesto ambos ojos encima desde el primer día. Ella nunca tuvo problemas en eso de la seducción, prácticamente no tenía que mover un dedo: hombre que conocía era hombre que llamaba al día siguiente. Pero llegamos a pensar que este tipo era gay o muy creído, porque no voy a negar que era una mezcla de Collin Farrel con Hugh Jackman, en otras palabras, él sabía lo que tenía. Así que a Giannina por primera vez en su vida un hombre le costó trabajo.
Su táctica fue obligar al primo y a todos en general, a que le hablaran de ella y le dijeran cosas como Giannina parece estar interesada en vos; Gianni es muy sexy, si yo fuera vos la invitaría a salir, etc. Le costó unas semanas pero al final el hombre llamó, no esperábamos menos. La invitó a salir, congeniaron, se hicieron pareja y dejó de pasar tanto tiempo conmigo para compartirlo con él, pero a mí no me molestaba, porque ella estaba muy enamorada y me alegraba verlos juntos.
Las pocas veces que llegué a salir con ella en esa época, noté que estaba haciendo una dieta baja en calorías que parecía ser muy estricta, y las cifras la tenían algo obsesionada, contaba las calorías de todo lo que se llevaba a la boca, me extrañaba porque nunca la había visto hacer dieta, no era gorda ni flaca, pero su cuerpo nunca cambiaba ni una talla, ni un gramo, y tampoco eso nunca fue un problema para ella. No le había prestado atención hasta que un día en un restaurante, cuando estábamos las dos solas, ella pidió una ensalada a pesar de que había mirado las fotografías de la carta con mucho cariño durante varios minutos y cuando su ensalada llegó ella hizo separó los ingredientes dentro del bol, delicadamente con un tenedor, y luego envió un mensaje de texto. Su teléfono sonó inmediatamente y ella leyó el mensaje, después se dispuso a comer. Le pregunté qué fue todo eso, y ella dijo, Es que estoy haciendo dieta y tengo que contar las calorías, por eso tuve que individualizar los ingredientes de esta ensalada para contar las calorías de cada uno, y me encontré con un huevo que creo que ya sobrepasa mi límite. Así que escribí Collin –sí, llamémoslo Collin porque ya no recuerdo su nombre- y le pregunté si podía comerme el huevo. Pero el me dijo que la ensalada bastaba.
Quedé indignada ante su explicación, sobre todo porque ella me lo contaba como si no hubiese nada raro en lo que acababa de suceder, para entenderlo mejor, le pregunté ¿Collin es nutricionista? Ella se rió y luego contestó que no, que él simplemente la estaba ayudando a bajar de peso. ¿Por qué querrías bajar de peso? Eres hermosa, le dije. No exageres, no soy tan hermosa. ¿Has visto el videoclip “Stronger” de Britney? Tiene abdominales fabulosos y un trasero firme. Yo le pregunté desde cuándo le gustaba Britney Spears, y ella dijo Oh, no es mí a quien le gusta. Es a Collin, está obsesionado con ese video, así que quiero darle el gusto y él me ayuda a concretar mi meta.
Hasta ahí los argumentos seguían pareciéndome válidos, la chica quiere bajar de peso, eso no la iba a matar, y él chico la “motiva” para que lo haga. No hay nada malo. Quise hacer una pregunta más, a pesar de que sentía que estaba inmiscuyéndome demasiado, pero la hice de todas formas ¿Él te dijo con palabras exactas que Britney Spears tiene abdominales fabulosos y un trasero firme?
Y ella contestó que claro que no, lo que Collin dijo fue:
-¿Por qué no podés tener un trasero firme como el de Britney Spears?
Claro que me reí de ella porque tomó esa pregunta tan en serio, obviamente el hombre no fue un caballero al preguntarle eso a su pareja, más bien fue un atrevido. Me reí y ella se fue enojada.
En los días siguientes me dijo que yo era celosa de Collin, porque ella pasaba más tiempo con él que conmigo, y que por eso me burlaba de su relación. Noté que se había planchado el cabello y que olía a permanente, pero no le dije nada al respecto. Sólo me disculpé por haberme reído de ella e hicimos las paces.
A la semana siguiente se había oxigenado el cabello, lo traía hecho paja, y para mi asombro traía lentes de contacto marrones, no pude evitar volver a meterme en su vida y le dije ¿Quién eres, Britney Spears? ¡Dónde está Giannina, la chica segura, independiente, inteligente que yo conocía! Ella se echó a llorar y me dijo que yo era una desalmada envidiosa, que ella sólo quería cambiar de look, que por qué no la apoyaba como Collin lo hacía.
Nos distanciamos y no nos hablamos durante meses, hasta que un día ella fue a visitarme, me pidió perdón por las cosas que me había dicho y me contó que Collin la había dejado.
Me arrepiento de no haberte escuchado antes, de no haber cuestionado por qué hacía las cosas ni quién era el hombre que decía amarme, me dijo. Cambié todo por él, no sólo mi aspecto físico, también mi personalidad, me alejé de la gente que me quería como en realidad soy y sobre todo perdí mi tiempo. Ya no me reconozco ni a mí misma, él me dejó, y ahora ya no recuerdo siquiera cómo hacer para estar sola, ni mucho menos cómo le haré para volver a estar con alguien. Yo no era así, vos tenías razón, yo me estaba dejando cambiar, y al final él me cambió por una bailarina rubia.  Creo que al final, él consiguió lo que quiso, alguien que le baile Stronger con la silla, y yo me quedo sin nada. ¿En qué me equivoqué?
Te equivocaste en muchas cosas, para empezar cuando no te comiste el maldito huevo porque él te lo dijo. Él no te quería como eres en realidad y te contagió. Terminaste creyendo que él tenía razón, y dejaste de quererte.



jueves, 17 de febrero de 2011

Cómo reconocer al pendejo que hay en él antes de que sea demasiado tarde.





* Es narcisista, es evidente que se ama sólo a él. Lo notarás por su relación con el espejo, es bueno gustarse, pero él tiene una especia de obsesión. A veces cree que es demasiado para vos y te mira con ojos que te dicen  “picarona, te sacaste el premio gordo”. (Es que si fuera más hombre le prestaría más atención a lo que lleva por dentro).

* A veces sus amigos te sorprenden mencionando cosas que no recordás haber contado. No ignores tu desconcierto, si no lo recordás es porque otra persona lo hizo, adivina quién. Seguramente debe está compartiendo más de lo que te gustaría., que no te extrañe que esto se vincula directamente a su narcisismo.

* Te exige que te quedes en un lugar en el que te sentís incómoda. Si te hace acordar a un niño llorando y tirándole de la falda a la mamá para que se quede dentro del arenero; pues sorpresa, es un niño, y uno muy egoísta.

* Sus mentiras son fáciles de descubrir. Podrá decirte, ¿ey, cómo creés que yo te mentiría con algo que tan fácilmente podés comprobar que no es cierto? La verdad es que, si te miente de forma tan descarada que hasta parece una broma pesada, el tipo es muy estúpido o no le importa lo que vos pienses. Ninguna de las opciones te conviene.

* ¿Te parece que tu chico es superficial? Si no sabe lo que es importante en la vida, me late que es un pendejo.


Típico pensamiento del Hombre-niño.

Mi novia me ama demasiado, ¿cómo no amarme? A veces me abruma, si no fuera mi novia estaríamos mejor y es que me llevo mejor con todas las otras mujeres; pero por su culpa, no sé hasta dónde puedo llegar con las otras.

¿Por qué es malo estar con un hombre que se comporta como un niño?

Porque él no sabe lo que es estar en pareja, él sólo busca una madre que le haga la tarea y le dé de comer o busca un trofeo para presumir. Mejor si eres las dos cosas.
La edad no importa, la madurez está en la mente así que no te dejes guiar por el número de velitas en su pastel. El Hombre-niño no te respeta, para él sigue siendo lo máximo llamar la atención de sus congéneres, aunque eso implique ganarse la admiración de los otros a tus costas.
Su mente está en otras cosas, para ellos la meta de su vida es correr un rally antes que formar una familia (lo peor es que ni siquiera son pilotos).

sábado, 12 de febrero de 2011

1. El niño



No es tan cierto eso del niño interior, algunos hombres lo llevan también por fuera.


Siempre pensé que de tener una hija le compraría muñecas que se parecieran a ella, ya saben, si llegara a ser baja, alta, gorda, flaca, blanca, morena, dientuda, la muñeca también lo sería; porque cuando yo era chica sólo tenía Barbies, y en esa época no había diversidad, todas las Barbies eran rubias, de ojos azules, altas, delgadas, y más que jugar, yo incubaba  esa fascinación hacia cierto prototipo físico; tenía una casita de muñecas rosada que parecía albergar una reunión del Tercer Reich.
 Creo que por eso, en aquellos años en el jardín de infantes, las que se llevaban toda la atención eran las niñitas ricitos de oro de miradas claras, hasta mis propios padres se detenían a rendirles pleitesía, Ay, qué belleza es una muñequita, ¿quieres un caramelo? En la escuela primaria, la selección física persistía, pero a la vez hubo un poco más de apertura, ya no hacía falta tener una belleza obvia, bastaba con ser algo linda pero con mucho dinero como para festejar un gran cumpleaños y así podías ser parte del grupo. Y yo no tenía nada de eso, además era rellenita (por no decir silueta de salchichón), y llevaba unos anteojos horribles, a veces quería pensar que se parecían a los de Lennon, pero en la escuela me hacían saber que en realidad se parecían a los de Mr. Magoo, de cuando se ponía detrás de las OO. Mi mamá me obligó a hacerme un recorte taza para evitar los piojos, y ya con eso a la gente le costaba saber si yo era niño o niña.
En medio de ese contexto elitista escuelero, tuve la desdicha de enamorarme del típico chico dorado, ustedes saben, onda Justin Bieber; de hecho, todas las niñas suspirábamos por él, ¿y cómo no hacerlo? Si era como el muñequito Ken (hueco y todo). Así que como podrán anticiparlo, me rompieron el corazón desde muy joven.
Mi enamoramiento fue descubierto en plena aula por culpa de una cartita que se me cayó de la mochila (ni siquiera pensaba entregarla), el niño tuvo tanta vergüenza a las burlas que me dijo frente a todos que yo era una gorda fea y que nunca iba a ser mi novio.
           En aquel tiempo estaba tan cegada por el amor, que sólo pude seguir pensando cosas positivas de él, como que el pequeño Ken no sólo tenía razón sino que tenía por dentro un corazón bravo y una personalidad fuerte y bien definida por decirme mis verdades en público; típico razonamiento desviado de la mujer que no quiere admitir que se ha enamorado de un patán.
           Algunos podrán decirme que la reacción del niño fue nada más que por eso, porque era un niño; sin embargo, muchas de nosotras sabemos que algunos, aunque pasen los años, nunca se hacen hombres.
Del niño aquel aprendí a reconocer a los hombres que nunca van a crecer, no me refiero a los que conservan la actitud tierna y espontánea de los niños, sino específicamente a esos hombres que te rompen el corazón por inmaduros.
Lloré de desilusión hasta los diecinueve años, llegué a pensar que nunca más iba a amar a nadie, pero a medida que pasaba el tiempo, yo me hacía más guapa y él se hacía…, él seguía igual. Luego conocí a otro chico, cinco años mayor y me olvidé de él.

A los diecinueve, salí con este chico que a simple vista parecía un hombre, se dejaba la barba, había terminado la universidad, ya trabajaba, iba al gimnasio y su cuerpo en nada se parecía al baby del que estuve enamorada durante toda la escuela.
Llamemos Peter a mi primer novio, por Peter Pan, aunque la apariencia de Peter Pan no te engaña, así que una sabe a qué atenerse si sale con él. El caso con mi Peter fue que  yo hasta estuve dispuesta a perder la virginidad con él por el simple hecho de que devolvía mis llamadas. Yeah, eso debía ser amor.
A esa edad yo era la envidia de mis amigas, ¡estaba saliendo con un tipo de veinticinco! Lo que no sabía era que para él era aun más emocionante o digno de contar entre sus amigos que estaba saliendo con una virgen de diecinueve.
Para su cumpleaños número veintiséis fuimos a un bar con sus amigos, y apenas comenzaron a tomar, me di cuenta de que me encontraba dentro de un corralito de niños, atrapada entre los Rugrats. Sus amigos y amigas sabían todo sobre nosotros, y las bromas de la noche giraban en torno a mi “regalo”, sus amigos diciéndome Vamos ya es hora, Pobrecito tiene ganas, es su cumpleaños, Ya estás grande para seguir siendo virgen, y otros comentarios por el estilo.
Lo aparté del grupo para hablarle, le pregunté por qué había hablado sobre nuestras cosas íntimas, le dije que me sentía incómoda con esos comentarios. Cada vez que lo pienso, me da pena verme tan ingenua en mis flashbacks. Él me dijo que no había dicho nada, que sus amigos nada más estaban jugando, supuestamente lo adivinaban todo; después me pidió perdón y que no le arruinara el cumpleaños. Con mi inexperiencia caí en su manipulación, nadie pide perdón por algo que no hizo, y lo de “no arruines mi cumpleaños” era claramente un vuelco de culpabilidad, él se había equivocado, pero luego de llamarle la atención, él hizo que sintiera que él era la víctima. Así que fuimos a sentarnos, esta vez con la pelota en su cancha, yo pasé la noche riéndome de cosas que deberían de haberme humillado, pero para no arruinarle la fiesta le seguí la corriente al grupo, a tal grado me dejé llevar que terminé entregándome a ese niño con barba. Los argumentos de los borrachitos terminaron por convencerme; para el final de la noche, las bromas de los amigos me sonaban diferente, completamente razonables, “era su cumpleaños y yo ya estaba grande”.
Es cierto, yo era mayor de edad, él era mi pareja y yo estuve de acuerdo; sin embargo, recuerdo perfectamente que tenía miedo y no me sentía preparada; además el ambiente, el lugar, el estado de Peter, no era lo que yo habría esperado; sin embargo las bromas de sus amigos resonaban en mi cabeza como razones válidas para reafirmar mi decisión. Ahora pienso que en realidad esas bromas no se diferenciaban en nada de las medidas de presión. Vamos, creo que a Julián Assange lo demandaron por menos que eso.
En los días siguientes ambos habíamos cambiado un poquito, yo estaba más enamorada de él y muy feliz de ser su novia, no tenía ningún sentimiento de arrepentimiento, al contrario, sentía que debía estar con él para siempre. Y cuando digo siempre, es siempre. Me había vuelto más pegajosa, más ilusa, y no dejaba de verme a mí misma criando a nuestros hijos, nietos, envejeciendo en una casita  junto al mar, y luego siendo enterrados juntos en un mismo ataúd. Me habría cosido a él si hubiese podido, y él lo sabía. Ahora sé que eso no era amor, simplemente estaba siendo patética. Nadie debe sentirse encadenado sólo por sexo, pero piedad, porque una nunca llama ‘sexo’ al acto de perder la virginidad, eso siempre es amor. Come on!
Peter estaba tan seguro de que yo no lo dejaría por nada y sinceramente creo que eso le cagaba, era como si jugara a probar mi resistencia todo el tiempo. Él apostaba en forma de broma (muy cruel) que yo no lo dejaría hiciera lo que hiciera.  Cuando veía a sus amigas o hermanas, ellas me decían cosas como Eva, no le des cuerda.  
A veces me pedía que lo ayudara con su trabajo, y yo lo hacía, por las noches pasaba a computadora sus planillas o notas de trabajo. Un viernes me dijo que tenía que entregar pilas de documentos por la mañana siguiente, y que se sentía muy enfermo, me preguntó si yo podía ayudarlo, pero él ya sabía que yo diría que sí. Me envío un maletín con papeles a través de un compañero de trabajo, y yo me puse a trabajar toda la noche. Pasada la medianoche, una amiga me llamó a preguntar por qué yo no estaba con Peter, obviamente no sabía a qué se refería, y ella dijo, él está acá en el mismo bar que yo.
Así como estaba, sin arreglarme ni nada fui al bar, llevando todo el trabajo que había hecho, puse los documentos sobre la mesa y le dije ¿Así que enfermo, no? Pero esto no termina ahí, no creerán como él resolvió la situación a su favor.
Me dijo que yo era una controladora, que seguramente lo andaba espiando, me gritó frente a todas sus amigas y amigos que estaban con él en el bar, ni siquiera se dignó en levantarse y hablarme afuera, se quedó sentado gritándome, diciéndome que yo no lo dejaba respirar, que estaba cansado de mí. Entonces me vi a mí misma, parada en medio de ese bar un viernes por la noche, con mi pijama y zapatillas, con ojeras y encima mis anteojos geek, sin ninguna gota de maquillaje, con el pelo enredado sujetado sólo con un lápiz, y él terminando la relación desde una mesa con chicas guapas, maquilladas, con blusas ajustadas y escotadas que se reían de mí por detrás de sus botellas y otras personas que me miraban con lástima. Me sentí como esa niña-niño con recorte taza y anteojos enormes siendo rechazada frente a todos sus compañeros en la escuela. Me sentí fatal.
Él terminó conmigo y me hizo sentir culpable, me encerré durante semanas en mi casa a llorar, todas las cosas me recordaban a él, hasta llegué a arrepentirme de ir al bar. Caí tan bajo que me decía a mí misma que debí haberme quedado a terminar el trabajo y que debía haberlo dejado divertirse en el bar, que seguramente lo necesitaba. Esperaba su llamada, y estaba preparada para decirle que me perdonara, pero él nunca llamó. Para mi sorpresa el que llamó fue uno de sus amigos, para invitarme a salir, le dije que yo seguía enamorada de Peter y que lo estaba esperando de vuelta, y él me dijo ¿Extrañás los paseos en colectivo a hora pico? ¿O ir a ver películas por las noches con un tu faldita corta? Le pregunté a qué se refería, y dijo, Ey, él nos contaba todo.  Resulta que Peter no sólo contaba detalles de nuestras ‘aventuras’, sino que las exageraba dejándome a mí como la fácil del siglo; y sus amigos, que sabían que ya habíamos terminado, ahora veían la posibilidad de probar por ellos mismos todo lo que Peter había contado sobre mí.
Me sentí humillada y decepcionada, pregunté en qué me había equivocado para que termináramos así, yo realmente pensaba que al menos al principio me amaba y respetaba. Con los años me di cuenta que mi verdadera equivocación fue no haber terminado con él cuando descubrí los primeros indicios de su inmadurez, cuando no me apoyó frente a los demás, ni hizo que me respetaran. ¿Cómo pude creer que si no le importara que otros me faltaran al respeto, él si me iba a respetar?
Antes de colgar, su amigo lo resumió todo: Todo el tiempo estuviste con un boludo y no te diste cuenta.

viernes, 11 de febrero de 2011

La soltería de Eva Stark

Entre los veinte y treinta años pensaba que algo andaba mal conmigo porque mis novios no me duraban ni un mes, solía creer que a mi cerebro le faltaba una parte, algo así como el “sentido común para las relaciones en pareja”, pero expresado en solamente una palabra y en latín, algo sobre lo que Aristóteles o Jung ya pudieron haber escrito pero de lo que no me enteré por dormir en clases; es cierto, imaginaba un punto oscuro en la radiografía de mi cerebro y un doctor con bata blanca y anteojos redondos señalándolo: “He ahí la razón por la que usted no puede encontrar novio”.
Cumplí treinta y cuatro años y estaba soltera, todas mis amigas se habían casado hace mucho tiempo atrás y cuando sus hijos comenzaron a llamarme tía me di cuenta que me había convertido en la tía solterona, y referencias para imaginarme en el papel no me faltaban, mi Tía Esther de cincuenta y dos, no se había casado nunca y ahora vivía en un asilo con un gato llamado Oscar; no es chiste, había intentado suicidarse una vez y de no ser por el repartidor de diarios que pasaba a cobrar, nadie la habría encontrado y la ambulancia no habría llegado a tiempo. Los parientes decidieron enviarla a un lugar llamado Residencia de Luz, que no se diferencia en nada de un asilo para gente sola. Una psiquiatra le aconsejó adoptar una mascota, a la que, ironía o no, no le puso nombre de mascota, sino de hombre.  Así que tuve que echarle un vistazo a mi vida personal para evitar terminar como una Esther, en todo caso prefería  luchar por el mote  'Elizabeth I'.
Antes me preguntaba constantemente en qué me había equivocado para que los hombres me dejaran, ahora me respondo que la única equivocación fue no haber sido yo quien los dejase.
Entre los treinta y cuatro y los treinta y nueve años no salí con nadie, aprendí a leer los comportamientos para no volver a hacerme esclava de una relación en que ninguna de las dos partes se encontrara completamente satisfecha. Además, me hice muy desconfiada. La vida es un ciclo, de niña esperas a un príncipe azul, después te das cuenta que no existen y te conformas con cualquier cosa, si logras pasar por esa etapa sin comprometerte con nadie, vuelves a esperar al príncipe azul, a un hombre perfecto y así llegas nuevamente a la ‘madurez’ de la niña que no se va a conformar con el primer patán que le sea infiel en forma discreta.
A los treinta y nueve, cuando todo el mundo me preparaba las valijas con destino a la Residencia de Luz o cuando mencionaban a Oscar el gato con mayor frecuencia, apareció Martín, con sus radiantes veintinueve años y yo pasé de ser la pobre tía Esther a la diosa Demi Moore.
Mi relación con Martín ha sido totalmente diferente a las otras, quizás no sea todo el crédito mío, sino la combinación de mi experiencia más su personalidad. Pero, aunque no me quejo de haber esperado tanto para estar con el hombre ideal, creo que mi historia pudo haber sido diferente si hubiese aprendido rápido de mis relaciones pasadas y creo que soy la indicada para hablar de esto. Toda mi vida he escuchado historias de mujeres sufriendo al lado de un hombre al que no se animan a dejar o al que no se resignan a perder, he visto chicas jóvenes que sólo se han casado para salir de la casa de sus padres, y otros casos peores de mujeres con miedo a la soledad que se dejan abusar física y sicológicamente.
Dentro de seis meses voy a casarme con Martín (creo que en mi pueblo hasta declararán asueto ese día) y antes de hacerlo tengo un compromiso con las mujeres que temen quedarse solas, así que quiero compartir lo que he aprendido sobre las parejas, sobre nuestros propios errores y sobre todo sobre cuáles son los hombres que no merecen ser amados y cómo dejarlos atrás.